El 14 de octubre de 1882 llegaron las HH a Cabeza del Buey, por mediación de la familia Gómez Bravo, y, en concreto, por doña Guadalupe Gómez Bravo, soltera y deseosa de invertir sus bienes en fines benéficos. Ella fue quien asumió la iniciativa de favorecer al pueblo y montar para las hijas de los braceros y pastores, que constituían la masa principal de la población, una enseñanza a cargo de religiosas. En aquella época sólo había una escuela en el pueblo y en ella no tenían cabida estas chicas.
La llegada de las hermanas fue todo un acontecimiento para los habitantes de Cabeza del Buey. Las autoridades locales, junto con el pueblo y la banda de música, recibieron a las hermanas en la estación.
Cinco fueron las hermanas que realizaron la fundación y se instalaron en el antiguo Hospital de Santa Elena, puesto que su misión, en este primer momento, no era sólo la de dedicarse a la educación de las niñas, sino también atender a los enfermos. Así pues, dos de las hermanas se dedicarían a la enseñanza y otras dos atenderían el hospital.
La inauguración de la primera escuela para niñas de la localidad se hizo el día 15 de octubre, festividad de Santa Teresa.
La estancia de las hermanas en el hospital sólo duró dos años, pues en 1884, muerta doña Guadalupe, sus herederos compraron la casa donde actualmente se encuentra el colegio y se trasladaron allí, dejando el cuidado de los enfermos y dedicándose íntegramente a la educación.
La labor de las hermanas en el pueblo no sólo vino a cubrir una necesidad social de alfabetización (en solo cinco años de docencia se pasó de un 8% de mujeres que sabían leer y escribir a un 18%), sino que significó una verdadera promoción social de la mujer.
Desde 1884 hasta 1936, las hermanas desarrollaron su labor docente de forma ininterrumpida, si bien en la época del cólera también prestaron sus servicios al cuidado de los enfermos.
Entre los años 1936 y 1940 y debido a la Guerra Civil, las hermanas tuvieron que huir al encontrarse Cabeza del Buey dentro de la denominada Bolsa de la Serena, un enclave en manos de los republicanos. Éstos, lo primero que hicieron al llegar al pueblo fue arrasar con aquello que tenía algo que ver con la religión, por lo que las monjas tuvieron que esconderse en casas de vecinos o marcharse. El colegio fue convertido en cuartel y hospital. Una vez terminada la guerra pasó de nuevo a las hermanas, pero todo estaba hecho un desastre: los archivos habían sido quemados, todas las imágenes destruidas, el retablo....
A partir de 1940 y tras la reconstrucción del colegio, las hermanas retomaron su tarea docente y su labor en favor de los desfavorecidos socialmente. Tareas estas que han continuado hasta nuestros días.
Hoy, el Colegio Santa Teresa es un referente en la educación de la zona.